sábado, julio 22, 2006

 

"Milagros" de un taxista

Don Genaro (“tanque”, como le dicen sus colegas) es un taxista de 41 años de vida y 18 dedicados a la labor de acortar distancias en la ciudad, así como a escuchar a la gente que solo revela sus secretos a extraños.

Era la noche del 18 de diciembre de 1990, aunque era época de navidad, un hijo era el único regalo que esperaba, algo que parecía imposible después de un parto fallido que trajo la maldición de la esterilidad a su mujer. A pesar de probar todo lo que propios y extraños les aconsejaban, recién llegan de la clínica con un desalentador resultado. Doña Marta, su mujer, le ofrece prepararle algo para la cena. Sin embargo, él, aun afligido por la noticia, le besa la frente y le dice que no le espere despierta porque hará una ronda con su taxi. Aunque era rara la vez que hiciera turnos nocturnos, su mujer lo deja ir sin chistarle nada para que la fría noche Bogotana quizá lo ayude con el problema de la resignación.

Una vez en su carro desaparece el mundo exterior, toma la primera avenida que se encuentra a su paso sin pensar a donde llegar. No puede entender como a veces Dios parece injusto, tantas oraciones, tantos sacrificios no sirvieron para nada. Una mano agitándose lo despierta de su trance, era una pasajera que le hacia paro desde la calle opuesta al estadio el Campin. Era una mujer que al parecer salía para alguna fiesta, llevaba un vestido negro con un escote pronunciado pero en contradicción a ello llevaba también una bufanda que le cubría el rostro.

-A Donde la puedo llevar- pregunta “tanque” acercándose a la ventana derecha de su cacharrito.

-Voy para...- De repente siente un golpe en la nuca, por error había dejado su ventana abierta, sin darle tiempo a su reacción un hombre le pone la rodilla en una costilla, le hace sentir el frío del cañón de un revolver en el cuello y con acento paisa le dice: -cabron, donde te movas, te quemo-.

Lo pasan al asiento trasero del vehiculo, a ambos lados se le sientan 2 encapuchados armados y lo hacen poner la cabeza entre sus piernas mientras que la mujer conduce. Mientras lo llevan a “su destino”, no logra entender como la mala suerte se puede ensañar tanto en él.

Sin saber que tiempo había transcurrido desde su rapto de repente el auto se detiene y él empieza a prever lo peor. El atracador que esta a su lado derecho abre la puerta y se baja del vehiculo mientras el otro, amenazándolo lo obliga a hacer lo mismo no sin antes advertirle, “mira al piso o te doy piso”, los maleantes se ríen por la rima y cuando se dispone a cumplir la orden desde el interior recibe un fuerte empujon propinado con los pies que lo hace besar el asfalto, antes de que pueda lamentarse el maleante que esta afuera empieza a patearlo hasta dejarlo inconsciente y es arrojado al barranco que esta al pie de la carretera.

Después de unas cuantas horas de “sueño”, don Genaro se despierta con una pequeña llovizna, le duele todo el cuerpo y alma gracias a los últimos acontecimientos, su desgano lo lleva a recibir media hora de llovizna más, quizá esperando a que sus captores vuelvan para darle la estocada final y acaben con su sufrimiento. El cielo se empieza a aclarar y el recuerda que su mujer sagradamente le lleva su “tintico” a la cama mas o menos a esa hora, mas por el afán de calmar la preocupación de su mujer que por convicción, sacando fuerzas de donde no las tiene, sale corriendo con cuesta abajo sin mirar por donde va, se tropieza con un bulto y cae, escucha un grito de dolor. Lleno de pánico voltea y ve a una mujer con una pronunciada barriga de embarazo, sus anhelos le juegan una mala pasada y por un momento le parece ver a su mujer. La señora le pide ayuda desesperadamente, su rostro se ve con claras marcas de maltrato, sin pensarlo dos veces el se acerca y la levanta y tal vez con el miedo de que ella pierda el bebe se olvida por completo de sus dolores y sale en busca de ayuda.

Corre como puede hasta que se encuentra una estación, sin pensarlo mucho, como algo de rutina, dos policías los ayudan, la suben a una camioneta y con el ruido de la sirena los llevan al hospital más cercano.

Ambos reciben atención médica, no le detectaron ninguna anomalía a don Genaro, al parecer el ser robusto lo favoreció esta vez, mientras a la señora la intervinieron para adelantar el parto. Apenas puede, llama a su mujer que no se demora nada en llegar.

El policía lo interroga sobre lo sucedido y le cuenta que la señora falleció aunque le salvaron la vida a una bella bebe, por primera vez desde lo sucedido don Genaro suelta unos pequeños sollozos y pide a su mujer que recen para agradecer que se le permitiera estar en ese lugar para rescatar a esa nueva vida.

Una vez le dan la salida a don Genaro, vuelve a la estación de policía para poner la denuncia y conocer detalles sobre lo sucedido. Según comentarios de vecinos, el esposo de esa señora la golpeaba constantemente y al parecer esto la llevo con seguridad a una mejor vida que la que llevaba, no se sabe nada del paradero del criminal.

Aunque eran ajenos a aceptar la idea de adoptar a alguien, la sola situación les pareció un llamado del Dios al que habían negado, deciden hacer los papeleos pertinentes y ahora “milagros”, como le pusieron a la niña, es su amada hija de 15 años que les ayuda en la panadería que actualmente tienen en un barrio de clase media de este contraste de historias que es nuestra amada capital.

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