domingo, septiembre 28, 2008

 

2 meses de ser uno solo para volver a ser 2

Conocí a una niña que despertó mis ilusiones, un foco nuevo de esperanza para a travesar la peor de las oscuridades. Sin embargo se me olvido un principio natural, una bombilla no siempre esta prendida, un estrella puede morir...

Buena parte de esa chispa fue encendida bajo presión, hoy a llegado el momento de alejarme, de ver de nuevo hacia adentro, hacia afuera, dejar de mirar el foco y mirar la luz que proyecta. No se que pueda ocurrir. Solo sé que hay alguien nueva que debo conocer, quiza en verdad sea ella, espero encontrarla de nuevo, espero encontrarla por primera vez, me han dicho que la aurora boreal aparece los 25 de noviembre, una vez mas me arropare unicamente de esperanza hasta aquella fecha pactada en que aquella luz con destellos propios guie con firmeza mis pasos.

Detras de cada reto hay un sentido de vida, una parte de mi sera guardadá durante 2 meses, una vez más la confianza me dira que en ese nuevo despertar hay un unico universo que por bandera tiene la dignidad y que solo se abrira a mi exploración...

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sábado, septiembre 20, 2008

 

Impotencia y mas impotencia...

No hay mas que decir... :S

Letra de la canción Nunca he creido que alguien me odia de Silvio Rodriguez

Nunca he creido que alguien me odia,
aunque me hallan querido matar.
Tras mis asesinos se esconde otra fuerza
que si es mi enemiga mortal.
Todos los tipos de muerte hacen cola
ante mi puerta esperando su hora.
El instrumento es quien cambia de rostro,
pero yo se que hay un unico odio.

Se que todas las palabras
con que le canto a la vida
vienen con muerte tambien.
Se que el pasado me odia
y que no va a perdonarme
mi amor con el porvenir.
Por eso manda verdugos
con todos los uniformes
mi asesino es el pasado,
aunque con mano de hombre. Canciones de Silvio Rodriguez

Siempre que un hombre le pega a otro hombre
no es al cuerpo al que le quiere dar.
En ese puño va el odio a una idea
que lo agrede, que lo hace cambiar.
Cuando lo quieto se siente movido
todo cambia de sentido.
Y en la medida en que todo acelera
sigue cambiando la esfera.

Siempre tendre un enemigo
con el semblante arrugado
y mas cansado que yo.
Los que a lo largo de su sombra
quieren cortar la medida
de toda revolucion.
Y ya se dijo que es mas grande,
que el mas grande de nosotros.
Y ya se dijo que se hace para otros.

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jueves, septiembre 18, 2008

 

Un ejemplo de muerte...

Las vergonzosas carencias de Fals Borda
Viernes 29 de agosto de 2008

Por: Carlos Gaviria Díaz

Con motivo de la muerte de Orlando Fals Borda he oído y leído los más hondos elogios de su personalidad, condensados en un interminable catálogo de virtudes. Yo quiero hacer una modesta contribución, desde una perspectiva que me permito llamar del reverso, a un conocimiento más cabal de lo que él fue. Porque frente a los que podríamos llamar sus dones positivos, nuestro querido amigo, compañero y maestro tuvo un mundo de carencias que lo inhabilitaron, en una sociedad como la nuestra y en una coyuntura como la que enfrentamos, para tener lo que en el lenguaje cotidiano se puede denominar un éxito más rotundo.

Voy a hacer apenas una enumeración de sus más protuberantes carencias, desde luego sin la pretensión de que sea exhaustiva. Por ejemplo: Orlando fue un scholar, un intelectual, un profesor universitario que vivió entre libros –aunque no sólo entre ellos- pero que no pudo superar una inmensa ignorancia en una variedad de asuntos que uno no puede darse el lujo de ignorar si su meta esencial es la supervivencia en un entorno como el suyo, es decir, el nuestro. Cito unos cuantos: ignoró la cobardía que lleva a muchos, mejor orientados, a desertar de la lucha por materializar propósitos altruistas, cuando aparece en el horizonte un peligro que según los preceptos de una moral decente debe ser enfrentado. Ignoró la claudicación en el empeño de construir una sociedad más democrática y más digna cuando se le mostraban caminos más expeditos que, con un poco de transigencia, le prometían llevarlo a un estado de mayor reconocimiento social y a un mayor grado de bienestar personal; ignoró la codicia de los que André Gide llamaba bienes terrenales del hombre que hacen la vida diaria más fácil de afrontar; ignoró la ambición personal de poder al que son anejas la fama y la sumisión de los otros, para más bien buscar con sus prójimos la vía hacia una sociedad más igualitaria y amable, donde el mejor premio se otorgue sin vacilación al comportamiento más solidario y más altruista. Ignoró (o mejor) no le fue dado el don de la astucia esa forma mezquina y despreciable de la inteligencia que permite sacar ventaja de las trampas que ella misma enseña a tender para que los incautos se pierdan sin remedio. Ignoró la deslealtad que es necesaria, como modo de sobrevivencia, cuando el cálculo frío y aun el mero instinto indican que para uno salvarse es menester que abandone a su suerte a los compañeros de camino y de lucha; ignoró el odio y el rencor, pues en su corazón tan cristiano no había espacio para esas gratificaciones originadas en la devolución de un mal por otro, o en el deseo de inferir un mal a quien no comparte nuestras convicciones o nuestras creencias o nuestra forma de vida. Ignoró la ambigüedad, esa forma sutil de mimesis que permite el fraude a quien quiera (que) sea nuestro interlocutor, persuadiéndolo de que nuestro pensamiento coincide con el suyo y de que, por ejemplo, nuestro sentimiento discriminatorio es también una forma de ver y vivir la democracia. La más espontánea y elemental claridad era lo que Orlando Fals practicaba en sus libros, en sus disertaciones académicas y en la vida de relación con sus congéneres. Y como por contera ignoraba la hipocresía, muchos odios viscerales se incubaron en espíritus débiles que no soportaban su palabra inocente pero incisiva. Como auténtico hombre de ciencia ignoró la soberbia, ese enceguecimiento morboso que no nos permite ver los límites que nos abruman y nos convierte en justificado hazmerreír de los sensatos. Más bien, su modestia rebasada por su conocimiento y su sabiduría inducía al lector, al interlocutor, al amigo y aun al contradictor a instarlo para que reclamara para sí más de lo que él mismo creía merecer.

Pero no todo ha de ser señalamiento de vergonzosas carencias. Discúlpeme compañero, amigo y maestro Fals Borda por traer a colación para caracterizarlo al fin de un modo menos rudo, un pensamiento socrático que en alguna ocasión utilicé también para caracterizar a otro grande, como usted, en pensamiento, acción y vocación, el maestro Gerardo Molina, figura venerable con quien Usted comparte muchos perfiles sobresalientes y que han hecho de ambos mis guías y faros en mi breve incursión por la política, campo al que confluyeron finalmente las acciones y esfuerzos de uno y otro. He aquí, el pensamiento al que me he referido, entresacado del dialogo platónico Gorgias o de la Retórica:

“Yo creo, excelente amigo, le dice Sócrates a Calicles, que es mejor que mi lira esté desafinada y que desentone de mí, e igualmente el coro que yo dirija, y que muchos hombres no estén de acuerdo conmigo y me contradigan, antes de que yo, que no soy más que uno, esté en desacuerdo conmigo mismo y me contradiga” (482 a).

Ahí está, eficazmente señalada, una virtud que reúne todas las suyas y que parece compensar con creces las carencias e ineptitudes que más arriba señalé: es la integridad que hace que la personalidad sea una. Que no esté escindida, como sí lo está la de la inmensa mayoría de nuestros dirigentes, que en cambio carecen de sus carencias. Usted, querido maestro, compañero y amigo Orlando Fals Borda decía lo que pensaba y hacía lo que decía. Como Sócrates, hizo más política que nadie y enseñó con su ejemplo la fidelidad a una idea, que fue siempre su guía: la construcción de una sociedad democrática, incluyente conformada por personas libres y solidarias. Paz en su tumba, que ha de compartir con su eterna compañera de vida, de amor y de luchas.

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